domingo, 11 de agosto de 2013

CAPITULO 1


Las grandes espadas

-¡Siete!

-¡Con este nueve!

-¡Dos a la vez! ¡Nueve!

-¡Sólo queda uno Chris!

-¡Vamos!

Chris y Eric saltaron juntos a por el último Forion que quedaba con vida. Eran unas criaturas bastante desagradables a la vista, eran muchos pero también eran fáciles de vencer, monstruos bajitos y brutos que luchan con armas grandes y pesadas, pero lo bueno es que una inteligencia muy reducida. Los dos se miraron desafiantes, eran unos cabezotas y muy competitivos entre ellos, pero Chris siempre le ganaba en ser testarudo a Eric.

-Bueno pues está bastante claro que he ganado yo, ¿no? -Vaciló Chris

-¡Pero si le he dado yo primero! -Contestó Eric rabioso.

-Oh vamos, esta vez te dejaré ganar pero porque ya te voy ganando con demasiada ventaja y quiero darle más emoción... -Chris, como siempre, chinchando a Eric.

-¡Pero si estamos casi empatados! Qué morro tienes...Siempre vas a ser igual eh -Dijo Eric.

-Bueno, supongo que hay cosas que nunca cambian. Por cierto, vamos a salir de aquí que esto empieza a derrumbarse, ¡corre Eric! -Advirtió Chris.

Se encontraban en las ruinas de las afueras de Denfly, los dos escaparon del derrumbamiento de aquel lugar. Les habían mandado la misión de aniquilar a los Forion, ya que estaban causando problemas al sureste de Denfly. Ésta vez mandaron a Chris y Eric sólos, ya que Gardian, el director de su grupo de cazadores de monstruos, sabía que podían vencerlos fácilmente. Subieron a sus dragones, y volvieron a Denfly.

-Hola muchachos, veo que pudísteis con el problema de los Forion, ¿estoy en lo cierto?-Comentó Gardian

-Por supuesto, jefe. -Respondió firmemente Chris.

-Perfecto, aquí teneis 300 Denlas cada uno. Por cierto, os he traido un regalito para los dos. Una espada de las de Kóregan y otra de Solemor. Talladas a mano por los guardianes del lago del Fin, con las cuales murieron defendiendo su territorio, ahora las he conseguido para vosotros. Existen también cinco espadas más, así que valoradlas bien, que cada una es única. -Ofreció Gardian.

-¡Guau! Son increíbles, ¡con ésto seremos mucho más fuertes, Chris! -Eric se emocionó al ver tales espadas.

-Son geniales, la espada de Solemor es muy pesada, pero hace unos cortes profundos y eficaces, y la espada de Kóregan, no pesa demasiado, pero hace unos cortes precisos y está muy afilada. Así que, por vuestras habilidades y físico, creo que será mejor la espada de Solemor para Chris y la de Kóregan para Eric. -Propuso Gardian.

-¡Perfecto! -Dijeron los dos a la vez.

-Bueno, eso era todo chicos, mañana teneis el día libre. Hasta pronto.

-Adiós señor Gardian.

Chris y Eric salieron de la sala, y se fueron a una taberna cercana donde estaban sus demás compañeros.

-¡Chris!

-¡Nérida!

Chris fue corriendo a abrazar a Nérida. Era una chica de unos diecisiete años, con el pelo largo y liso, de color negro, y los ojos de color verde intenso. No era muy alta, y era delgada, tenía una sonrisa que le hacía parecer una niña pequeña, además tenía una voz muy dulce y tranquila. Llevaba unos pantalones largos negros, con una camisa gris, era una chica discreta. Nérida miró de nuevo hacia la puerta y vio a su amigo Eric.

-¡Eric! ¿Cómo ha ido la misión? ¿Estáis los dos bien? -Preguntó Nérida.

-¡Hola Nérida! Ha marchado todo como la seda, no te preocupes. Pero que sepas que tu novio es un tramposo. -Contestó Eric, riéndose.

-No hace falta que lo jures. -Rió Nérida.

-¡Eh, eh! ¿Acaso os vais a aliar contra mí? ¡Eric te recuerdo que ahora tengo la espada de Solemor! -Chisteó Chris.

-¿Tienes la espada de Solemor? ¡Es increíble Chris! -Dijo Nérida.

-Sí, y Eric la de Kóregan. ¡Ahora seremos más increíbles que antes! -Dijo orgulloso Chris.

-¿Las espadas de Solemor y Kóregan? ¡El jefe os tiene mimados eh! -Dijo una voz potente pero femenina. Sin duda era Dafne, una chica de diecieis años, era una chica alta y esbelta, se la veía fuerte, llevaba el pelo rubio ondulado, recogido con una cinta, tenía los ojos de color almendra, y una energía infinita. Llevaba unos pantalones cortos con unas botas negra altas y una camiseta roja de tirantes. Era la típica chica con la que no te gustaría discutir.

-¡Dafne! ¿Ya has vuelto de la misión contra los Garuk? -Se asombró Eric.

-Pues claro, yo volví ayer. Sois dos lentos, y yo sin espada...Pero que sepáis que he conseguido un arco nuevo para destriparos a todos. -Contestó Dafne.

-¡Lo peor es que sí que lo harías! -Bromeó Chris.

-Por cierto, ¿Dónde están Sever e Ian? -Preguntó Eric

-Pensando en un plan para robaros las espadas. -Aparecieron Sever e Ian por la puerta de atrás.

Ellos tenían también unos dieciocho años. Sever era un chico muy atractivo, con el pelo muy rubio y los ojos azules, era alto y fuerte, y tenía una sonrisa picarona. Llevaba el pelo corto pero con la parte central más larga hacia arriba, le quedaba muy bien. Ian, en cambio, llevaba el pelo casi por los hombros de color negro muy liso, que le tapaba casi un ojo, éstos eran azul muy oscuro, pero tenía algo en la mirada muy profundo. No era tan alto, ni tan fuerte como Sever, pero su sonrisa era mucho más bonita, lástima que sonriera pocas veces.

-¡Chicos! ¿Cómo estáis? -Preguntó Chris.

-Muy cansado, me voy a morir de sueño. Los Garuk tenían una energía... Eran pocos pero pesados. -Respondió Sever.

-¿Y tú, Ian? -Preguntó Nérida.

-Bien. -Contestó Ian mirando al suelo.

-Pues si todos estamos bien, ¡vamos a celebrarlo! ¡Yo invito! -Gritó Dafne feliz.

Todos comenzaron a beber y a contar anécdotas sobre sus misiones.

-Chicos, me voy ya. Ya nos vemos. -Dijo Ian.

-¡Pero si aún vamos por la primera ronda! ¿Ya te vas? -Conestó Dafne.

-Es que estoy cansado, pasadlo bien. -Y se fue.

-Este chico... siempre tan reservado, así nunca ligará. -Dijo Sever.

-¿Oye tú no estabas muerto de cansancio? -Le preguntó Chris.

-Un poco pero... ¿has visto a esas dos chicas? ¡No me iré sin conquistar al menos a una!-Dijo Sever animado.

-Desde luego... ¡eres un mujeriego! -Le dijo Nérida.

-No eh, sólo que intento comprender a las mujeres, ¿y qué mejor forma que pasar un buen rato con ellas? -Bromeó Sever.

Todos rieron, lo estaban pasando genial a pesar de estar cansados por sus misiones. Eran un buen equipo. Pasaron juntos una buena noche, y después cada uno se marchó a su casa.

Chris acompañó, como siempre, a Nérida a su casa. Iban cogidos de la mano mientras andaban por las calles de Denfly.

-No me gusta que nos den las misiones separados. -Le dijo Chris.

-A mi tampoco... Pero ya sabes, aquí no mandamos nosotros... -Contestó Nérida.
-Lo sé, y eso me enfada, porque en esas misiones si te pasa algo no podría protegerte, pero ¿sabes qué? Algún día, te prometo que sí que mandaremos nosotros, me cueste lo que me cueste, te daré un buen futuro. -Dijo Chris.

Nérida miró feliz a Chris, sabía que él era capaz de cualquier cosa por ella.

-Chris, no me hace falta una vida mejor. Con la que tengo ahora soy muy feliz, y es gracias a ti. -Ella le sonrió y se abrazaron.

De pronto, mientras se abrazaban, Chris empujó a Nérida hacia atrás muy fuerte y desenvainó su nueva espada.

-¡Quédate atrás Nérida! ¡Yo me encargo! -Gritó Chris. Un monstruo, que parecía un Kinir, (es una especie de lobo muy rabioso con los colmillos afilados y que lanza fuego) les atacó. A Chris no le costó mucho vencerlo ya que era un sólo Kinir y no era muy fuerte.

-¡Nérida! ¿Estás bien? -Chris fue corriendo hacia donde ella estaba.

-Sí, tranquilo. Te ha hecho una buena quemadura... Siéntate. -Le dijo Nérida.

Se sentaron en un banco que había cerca y Nérida le curó la quemadura en seguida gracias a sus poderes de sanación.

-¿Te encuentras bien? -Preguntó ella.

-Sí, muchas gracias. Es extraño... tenemos muy controlados a los monstruos... ¿Cómo se ha podido colar un Kinir en Denfly? Me pregunto si habrán más, pero no creo... Habrá sido un descuido... supongo. -Chris se preocupó bastante, ellos mismos eran los que se encargaban de cazar a los monstruos que intentaban hacer algún daño a su aldea.

-No te preocupes Chris, habrá sido un descuido. -Le dijo Nérida para tranquilizarle.

-Eso espero... -Contestó él.

-Mañana nos vemos, buenas noches. -Llegaron a la puerta de casa de Nérida y ella abrió la puerta.

-Dulces sueños. -Chris la besó en la fente y se marchó hacia su casa, pensando en lo que había pasado. Sentía que había hecho mal su trabajo, o que algo extraño estaba pasando, pero tampoco quiso hacer un mundo de ello, ya que, tenía muchas cosas en las que debía pensar...

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